La religiosa reconocida dirige sus amores en el sufrimiento al Sagrado Corazón de Jesús
Yo deseo padecer
y lo quiero con gran ansia,
pero mi carne rebelde
se resiste encaprichada.
Como amo tanto al cuerpo
y me descuido del alma,
por eso mi carne siente el
vivir crucificada.
Pero yo os prometo ahora
desde el fondo de mi alma
el vencerme en mis pasiones
siendo más mortificada.
Si hasta ahora, Jesús mío,
ingrata, huí de tu cruz,
enamorada repito
cantando «Viva la cruz».
Entre angustias y agonías,
Jesús mío, quiero arder
y con ansias fervorosas
amando, oculta, el padecer.
Entre espinas y amarguras
violeta quiero ser,
y allí, en las humillaciones,
mis delicias yo tendré.
Entre cruces y trabajos
por tu amor quiero vivir
humillada y despreciada
sin alivio hasta el morir.
Cuando en la cruz te contemplo,
sediento estás por mi amor.
Mira la sed que te ofrezco
para templar tu dolor.
Traspasada con tres clavos
en la cruz quiero vivir
sin arrimo ni consuelo
con mi Amado hasta morir.
Cuando enferma y en la cama
los dolores sentiré,
entonces, enajenada,
mis amores cantaré.
Abrazada con mi cruz
muy gustosa viviré
y, agobiada en mis trabajos,
mil requiebros le diré.
El amor, que es generoso,
nunca se deja vencer
y, aunque sea con dolor,
¡viva siempre el padecer!
En la celda retirada
mi dolor ocultaré
y allí, en santo silencio,
de mi Esposo gozaré.
Yo quisiera amarte tanto
que pudiera morir luego
y, en puro acto de amor,
poseerte por completo.
Para eso es menester
que yo sufra en el silencio
haciéndome guerra en todo
sólo por darte contento.
El amor nunca está ocioso,
todo lo quiere encender
porque quiere arder en llamas
y en ansias de padecer.
En penas y adversidades
se prueba bien el amor,
y se ve si está muy fuerte
o si se rinde al dolor.
El amor quiere alma grande,
un corazón desprendido,
para que lleve la cruz
sin pararse en el camino.
El amor nace entre penas,
vive en la humillación,
crece en el abandono
y reina en la persecución.
Entre olvidos y desprecios,
mi Jesús, quiero vivir
para que pruebes si mi amor
es puro y sabe sufrir.
Yo desde ahora renuncio
a todo vano placer,
consolaciones y gustos,
abrazando el padecer.
Las penas y sequedades
son regalos de mi Dios,
que quiere en adversidades
probarme todo su amor.
Yo quisiera, Jesús mío,
ser tan humilde y pequeña,
siendo pisada de todos
sin que oigan de mí, queja.
Los dos viviremos juntos
sin separarnos jamás
y, así, los dos corazones
puedan latir a un compás.
Por tu amor, Jesús querido,
yo quisiera enloquecer
y por tonta y despreciada
del mundo desaparecer.
Como mariposa ansiosa
iré volando al sagrario
y en amorosos arrullos
yo velaré tu descanso.
Y, cuando quieras despertar,
alegre entonaré mi canto,
salido del corazón,
para que te sea grato.
Ni los pájaros alegres
ni el ruiseñor cantando
no me han de ganar nunca
en alabar a mi Amado.
Como industriosa abejita
yo iré de flor en flor,
de todas mis hermanitas
recogiendo su licor.
Y luego iré muy gustosa
a ofrecértelo a tus pies,
que estás sediento de amor
para refrigerar tu sed.
Desde el sagrario, Amor mío,
Tú me llamas sin cesar.
Yo quiero corresponderte
inmolándome en tu altar.
Si el amor nos ha juntado
para víctimas los dos,
yo te ruego, Jesús mío,
ser víctima del dolor.
En esa dulce prisión,
Jesús mío, enciérrame
y, así, presa y maniatada,
mis pecados purgaré.
Prisionero en el sagrario
por mi amor quieres vivir.
Déjame entrar en tal cárcel
y en esa prisión vivir.
En esa dulce prisión,
solitaria viviré
y dentro de tu corazón
tranquila yo dormiré.
Y, para colmo de mi dicha,
Dueño de mi corazón,
me permites que yo tenga
la llave de la prisión.
Déjame ser centinela
a la puerta del sagrario,
alternando con los ángeles
y serafines cantando.
Y allí estaré muy gustosa
día y noche ante el sagrario
guardando yo la custodia,
que está el tesoro encerrado.
Y no tengo que entregar
la llave de mi sagrario
que yo tengo mis amores
en el viril encerrados.
Y no consentiré que nunca
salga mi amor del sagrario
y cuando no pueda vivir
allí muera sofocado.
Como lámpara encendida
yo quiero arder ante tu altar
permaneciendo encendida,
consumiéndome en amar.
En el silencio de la noche
nos juntaremos los dos
y allí comunicaremos
corazón con corazón.
¡Qué gustosos estaremos
en el silencio los dos
sin que nadie nos conturbe
nuestra comunicación!
Aquí vengo cautivada
por el fuego de tu amor,
pidiendo que me traspases
con dardos mi corazón.
Para que, así, llagada
con el dardo de tu amor,
me reconozcas por tuya
al salir de esta prisión.
Desde el claustro prisionera
despreciada viviré,
y, así, unida con mi Amado,
en sus brazos moriré.
La religiosa busca a Jesús en la soledad
Aquí vengo Jesús mío
a buscarte en soledad
tengo mucho que decirte
escúchame, por piedad.
Me has dejado tan sola…
Amor mío, ¿donde estás?
Mira que sin ti no vivo
y me muero de pesar.
Dime si estás enojado
que me quiero remediar
que antes deseo mil muertes
que yo volver a pecar.
Porque yo tengo la culpa
y en esto digo verdad
que no te he correspondido
con toda fidelidad.
A tus pies arrepentida
me vengo con humildad
dime buenas letanías
y conozca mi maldad.
Castígame como quieras
que contigo quiero estar
y aunque me hagas pedazos
no te tengo de dejar.
Me quieres árida y seca
y con mucha oscuridad
bendito sea tu nombre
hágase tu voluntad.
Me hallo sola, amor mío
y en tanta desolación
que no deseo otra cosa
mas que unirme con mi Dios.
Yo nunca tengo alegría
y sin ti todo es penar
llévame donde tu quieras
que yo contenta he de estar.
Tu bien sabes, vida mía
la sed que tengo de amar
dame pronto de beber
porque ya no puedo más.
Estas ansias vehementes
por fin me van a matar
y si tu quieres, bien mío
todo lo puedes curar.
Tienes la mano apretada
y no me lo quieres dar
no desistiré de mi intento
que alguna vez la abrirás.
Con tal que te dejes ver
y yo te pueda encontrar
se me van todas mis penas
y curas mi enfermedad.
Mira que me hallo enferma
y de mucha gravedad
y si tu quieres que viva
déjate pronto encontrar.
Me has herido el corazón
pero de herida mortal
yo no encuentro medicina
si tu no curas mi mal.
Tu bien sabes lo que pido
y también lo puedes dar
lo que no puedo con ruegos
llorando lo he de alcanzar.
Aunque te haces el sordo
y no me quieres escuchar
no cesaré de pedir
que al fin, tú me lo darás.
Si en el infierno me hechas
por toda una eternidad
si estamos los dos unidos
a mi poco se me da.
El día que yo te encuentre
te tengo que aprisionar
y por más excusas que des
no te tengo que soltar.
En esta humilde celdita
los dos hemos de habitar
y no te has de salir nunca
sin que me lleves detrás.
Toda me dejo en tus manos
dispón a tu voluntad
que como a mi Esposo fiel
a ti te toca mandar.
Yo te doy mi entendimiento,
mi memoria y voluntad,
mi corazón y mi alma
con toda mi libertad.
Como dos esposos fieles
los dos hemos de tratar
y en todos nuestros pesares
nos hemos de consolar.
De todo cuanto tratemos
gran silencio he de guardar
sin que yo lo diga a nadie
mas que a mi Padre y no más.
Eres esposo muy fiel
que no me abandonarás
y a donde quiera que vayas
contigo me llevarás.
Desde la celda al sagrario
han de ser nuestros paseos
y en comunicarnos juntos
han de ser nuestros recreos.
Quiero pedirte una gracia
que tu me concederás
que la necesito mucho
y no la puedo alcanzar.
Yo quiero ser una niña
en candor y en humildad,
en obediencia y pureza
y en santa simplicidad.
Que me conserve pequeña
y que vea mi maldad
y me confunda en mi nada
que no me llegue a encontrar.
Que siempre esté muy sumisa
y todas puedan mandar
y que esto sea oculto
y nadie lo pueda notar.
Que viva desconocida,
oculta en el trabajar
en callar y obedecer
y cumplir tu voluntad.
Esto es lo que te pido
tu me lo concederás
si, porque te gusta mucho
y yo te quiero agradar.
Es mi pasión dominante
el silencio y soledad
porque sé muy bien que allí
es cuando sueles hablar.
Yo nunca me olvidaré
lo que me sueles hablar
en esos dulces ratitos
que nos solemos juntar.
Te has encerrado solo
oculto en la soledad
abre, déjame que entre,
y después vuelve a cerrar.
Y allí quietos, tranquilos
en la santa soledad
me enseñarás lo que quieres
para poderte agradar.
Y cuando allí los dos juntos
nos lleguemos a abrazar
Oh, qué coloquio tan dulce
vamos los dos a tratar.
¡Oh venturoso retiro
y dichosa soledad!
y de cuántos males libras
a aquel que contigo está.
Los ratos que tenga libres
aquí los he de pasar
a aprender este lenguaje
para que te pueda hablar.
Todos los días vendré
a que me des la lección
y me enseñes de qué modo
me hablas al corazón.
Yo como fiel tortolilla
volaré a la soledad
y en el pecho de mi amado
allí descansaré en paz.
Y cuando allí reclinada
en el pecho virginal,
me encenderá toda en fuego
de aquel volcán celestial.
Y este pecho amoroso
no lo tengo de dejar
que yo tendré mi descanso
por toda la eternidad.
Como víctima inocente
me quiero sacrificar
para desagraviarte
y poderte consolar.
Déjame sacrificarme
cual hostia sobre el altar
para purgar mis pecados
y por todos los demás.
Para que mi sacrificio
a ti te pueda agradar
sea un ángel en pureza
y un serafín en amar.
Y por fin, esposo mío,
yo me dejo cautivar
y abrazadita a tu pecho
en un deliquio espirar.
El Sagrado Corazón de Jesús, se dirige a la R.M. Priora para consolarla
Mucho tiempo que deseo
entablar conversación
contigo, mi querida esposa
y abrirte mi corazón.
Pero quería verte sola
retirada en la oración
para que con la quietud
tu escucharas mi voz.
Estás muy triste, hija mía,
te veo a veces llorar
metida con mil asuntos
trabajando sin parar.